La naturaleza se enfrenta a la humanidad y viceversa.
Es sobrecogedor, extraño o espeluznante ver una ciudad vacía, Abres los ojos… Falta algo… Falta la gente, el movimiento, el bullicio. Pensarlo genera esa sensación de extrañeza casi espeluznante como describía Mark Fisher que hemos llegado a vivir durante el COVID. Sin gente sentimos que la ciudad deja de tener sentido ni significado… mucha forma y ningún fondo… no es útil… es ruina. Lógico si entendemos la construcción de la ciudad como un espacio diseñado de origen para la supervivencia, el cobijo, el almacenaje, la defensa, las relaciones… la “esperanza” humana de saberse a salvo. Verla vacía da yuyu. Deja de tener sentido.
Pero la construcción de ciudades también fue una herramienta de intento de control humano de la naturaleza… Un poder externo artificial intentando dominar un espacio salvaje que vive en el caos (aunque parezca una tranquila explanada al lado de un río y siete colinas como lo fue Roma).
El ejemplo más nombrado desde el 2012 es el de los misteriosamente desaparecidos Aztecas… Todos los años se encuentran al menos 300 yacimientos en todo el mundo gracias a Google Earth… y gran parte destacan cubiertos de verde en las selvas del Yucatán. Los arqueólogos ya plantean la posibilidad de que esta civilización intentara literalmente construir y aplanar toda la selva a su alrededor… más allá de chozas y cultivos… Construían en piedra planicies que lograban descubiertos, alzaban santuarios, canales, caminos…
Los templos son piramidales pero es llamativo pensar que más allá de servir a los elegidos para alcanzar el cielo de sus dioses, sirvieron como faros capaces de sobrepasar el poder de la frondosa jungla. Por lo que se ve aquello no funcionó y desaparecieron no sin antes dejarnos con la boca abierta por su capacidad de avance en múltiples disciplinas… todas ellas conectadas indudablemente al diseño, la estructuración y la construcción de sus ciudades-estado. De todas la naturaleza ganó… y poco sabemos del fin de los Aztecas.
Y es que en los peligros inherentes al caos natural es donde nacen posibles escenarios que al ser humano le perturban y ansían… y que por defecto le interesan y enganchan. Nacía la ciencia ficción y lo asumía como un reto que años después llegaría al cine. Y es en algunas películas que hemos seleccionado donde de nuevo podemos especular sobre los futuros de la ciudad… para bien o para mal. En esta ocasión para súper-mal y con la fuerza de la naturaleza como protagonista.
Micro Naturaleza y la ciudad vacía.
Cuando hablamos de naturaleza y ciudades en la ciencia ficción se suele pensar a lo grande… enormes cataclismos climáticos, meteoritos gigantes o grandes simios o lagartos destruyendo rascacielos. Sin duda luego lo veremos, pero antes comencemos por el principio: una bacteria, un virus, un insecto, la naturaleza en su versión menos visible.
Destacamos sin duda las diferentes versiones que podemos disfrutar de la novela Soy Leyenda de los 50s… El argumento nos relata la llegada de un virus mortal para los humanos que todo lo arrasa. El que no muere se convierte en una suerte de zombie hipersensible a la luz del sol. Toda la humanidad ha muerto o desaparecido del día a día urbano, todos excepto el protagonista, el único inmune conocido y encima responsable de la búsqueda de la vacuna… Así el prota se pasa los días buscando a otro posible individuo inmune, recorriendo de día una mastodóntica ciudad desierta. Apabullante. Donde la soledad se convierte en un irritante ruido y la esperanza en algo que por defecto parece un insulto. Como decíamos al principio: una ciudad escalofriante.
En las diferentes versiones la ciudad se transforma de noche con la amenaza de una parca banda de humanos alienada, zombificada, desconectada de su propia humanidad. Todo por culpa de un minúsculo virus al que no atendieron los responsables sanitarios y que todo lo arrasó. Descubrimos con terror el micromundo natural que se revela con la fuerza de un tsunami. Ni que decir tiene que el COVID es un ejemplo real que de nos ser por ciertas infraestructuras sería un virus mucho más mortal e incontrolable.
Un increíble poder que también destaca Michael Crichton con su libro y película La Amenaza de Andrómeda donde un grupo de científicos se enfrentan en secreto a un virus extraterrestre que amenaza con convertir en polvo la sangre de cualquier ser humano… Bueno en realidad no a todos… los recién nacidos gritones y los borrachos no… Sin duda la solución sería apostar por una ciudad llena de guarderías y bares y dejarnos llevar por el devenir de la naturaleza que nos rodea. En definitiva el poder invisible de los microorganismo es una realidad que nos ha perseguido, nos persigue y perseguirá alimentados por las multitudes que congrega la más grande expresión de relación humana: la ciudad.