1. Cuéntanos quién eres
Soy arquitecta de formación y vivo entre Madrid y Sheffield. He trabajado en paisajismo y diseño urbanos en Ámsterdam, Londres y Madrid donde he desarrollado proyectos grandes y pequeños, desde jardines particulares a planes generales de ordenación urbana. Además,he formado parte de proyectos colaborativos de investigación activista como el Observatorio Metropolitano o urbanaccion, donde he organizado talleres y seminarios, escrito textos y editado libros. También he dado clases de urbanismo y diseño urbano en la Universidad Europea de Madrid y como visiting faculty en la Universidad Tongji de Shanghai. Ahora estoy haciendo mi tesis doctoral sobre comunes urbanos y muncipalismo con una beca del Economic and Social Research Council del Reino Unido.
2. ¿Podrías definir en pocas palabras el concepto de Procomún?
El procomún, los bienes comunes, comunales o entornos de comunalidad – commons en inglés – hacen referencia a la manera de gestionar el acceso a recursos colectivos por parte de una comunidad que se encarga y depende de ellos. Según lo que escribimos en La carta de los comunes, se rigen por principios de democracia, sostenibilidad, universalidad e inalienabilidad, y se pueden aplican a entornos rurales, urbanos y digitales.
2. ¿Cómo surge tu interés por este tema del Procomún?
En el Observatorio Metropolitano empezamos a trabajar sobre comunes urbanos como una manera de entender eso que David Harvey llama «desposesión por acumulacion» en la ciudad de Madrid. Lo que más me interesó es que este concepto ponía en relación sistemas de producción y de reproducción, y que daba claves para entender, no sólo cómo se estaban dando los ‘cercamientos’ de recursos colectivos sino, sobre todo, qué tipo de procesos los resisten, o neutralizan.
3. ¿Qué obstáculos surgen en los entornos urbanos para poder implementar este modelo de gestión del bien común?
El principal obstáculo es que casi todas las actividades productivas – y reproductivas! – que se realizan en los entornos urbanos han perdido su conexión con modos de auto-organización colectiva. Muchas de estas actividades están gestionadas – o reguladas – por el estado y el mercado y las – pocas pero muy relevantes – excepciones son difíciles de identificar.
4. ¿Y cuáles son las oportunidades que nos ofrece si lo llevamos a cabo?
Pensar en el desarrollo de ‘nuevos comunes’ requiere un ejercicio de innovación en el modo de organización social y, además, recuperar para el común recursos que ahora se consideran públicos, o privados.
5. ¿Qué valor le das a la docencia sobre el Procomún? ¿Dónde crees que este concepto tiene mejor acogida?
Me parece esencial que se entienda que los procesos colaborativos de producción ‘en común’, la existencia de bienes considerados ‘procomún’ – como el aire, el agua o el conocimiento – y el desarrollo de sistemas de mutualidad no solo son intrínsecos a la actividad humana, sino que sin ellos no podríamos sobrevivir. Reducir las actividades ‘verdaderamente útiles’ a intercambios mercantiles o relaciones administrativas es reducir el espectro de lo posible, en un momento en el que necesitamos de todas las herramientas posibles para evitar las crecientes crisis económicas, climáticas y sanitarias a las que nos enfrentamos.
6. ¿Qué piensas de volcar conocimiento del procomún en un entorno de negocio?
Depende de lo que se entienda por negocio. Si aplicamos de definición de la RAE de «utilidad o interés que se logra en lo que se trata, comercia o pretende.», Elinor Ostrom, Premio Nobel de Economía en 2009 por sus estudios sobre comunes, ya demostró que los modelos institucionales basados en la corporación y la gestión colectiva son a menudo extremadamente eficientes. Gestionar los recursos que son de todas de manera responsable, de forma que sobrevivan para las generaciones venideras, con decisiones democráticas en las que participen las comunidades afectadas y garantizando un acceso equitativo es una manera de garantizar esta utilidad e interés.