La realidad es más realidad hoy que nunca. Los libros de la estantería, las plantas, los cuadros de la pared, la chaqueta colgada del respaldo de la silla, la botella de agua medio llena encima de la mesa… A pesar de que todo sigue en el lugar donde ayer lo dejé, las cosas parecen algo distintas. Es como si aquello que me rodea hubiera aumentado su tamaño y ocupara más espacio. Todo sobresale, se hace visible y tiene importancia. Cada actor en su papel y todos en el mismo escenario. La función está servida.
Frente a mí y a través de la ventana sigo observando el edificio de paredes amarillas y que me impide ver el horizonte. Veo al vecino de siempre, que sale a fumar en el balcón de siempre, mientras su chihuahua ladra a sus pies cada vez que percibe uno de mis movimientos. El sol se sigue colando por la ventana izquierda del salón y su luz dibuja una geometría sobre el sofá que conozco con exactitud. No puedo ver nada más, no veo la calle si no me asomo. No sé si pasa gente o está vacía. A simple vista ahí fuera todo sigue igual, la ciudad permanece estática, en suspenso, a la espera. Una ciudad que ha descubierto un nuevo límite que además, comparte con el resto de ciudades del mundo, un límite que no estaba dibujado en ningún mapa y que a partir de hoy va a ser determinante para volver a pensarla y a llenarla de vida humana.
Hemos consumido muchas horas diseñando ciudades perfectas, atractivas, competentes, ganadoras. Nos hemos sacado de la manga grandes eventos deportivos, gastronómicos, musicales, restaurantes de todo tipo, museos, conciertos… Ocio variado e infinito para atraer a los bolsillos de cuantos más, mejor. También hemos pensado en los ciudadanos: carriles bici, transporte público, centros comerciales, autopistas, bonitos cafés y verdes parques y por supuesto, hemos tenido en cuenta dónde situar los centros financieros con rascacielos infinitos, transportes de alta velocidad, creado encuentros tecnológicos, ferias comerciales… En una gran ciudad todo cabe y toda idea es bienvenida si es útil para colocarla en el primer puesto del ranking mundial. Pero en el furor de la competición se nos ha olvidado lo más importante: PENSAR.
Hemos pecado de exceso de confianza en la capacidad de la ciudad para soportarlo todo. Nuestras grandes ciudades, con sus grandes infraestructuras, sus grandes planes urbanísticos, no han dado la talla ante un “accidente” global. Se nos ha olvidado pensar en lo que realmente necesitábamos: cuidados y comida. Quiero citar aquí la mejor definición de lo que es una ciudad que he encontrado hasta ahora:
«La ciudad es una agrupación humana que es incapaz de producir, dentro de sus límites, todos los alimentos que necesita para subsistir. Este rasgo es común a todas las ciudades, desde Jericó hasta la Megalópolis».
Ciudades en marcha.
—Arnold Toynbee
El contenido de esta definición es tan obvio, tan simple y tan cierto, que cuando la leí sentí que habitaba en el lugar más absurdo que el ser humano podía crear. Hemos llenado las ciudades de todo lo inimaginable, de todo, menos de lo más importante.
Pero hoy tenemos otra ciudad a nuestra disposición. Una ciudad con infraestructuras invisibles pero amplias, que de momento, están dispuestas a soportar el peso de las necesidades de los ciudadanos a través de conexiones digitales. Hoy habitamos, ahora sí, La Ciudad Digital. En ella siguen estando nuestros amigos, nuestra familia, nuestro trabajo, nuestra comida, nuestra salud, nuestra escuela, el resto del mundo. La tecnología que hasta hace pocas semanas “simplemente” nos sometía, hoy nos ofrece la enorme posibilidad de seguir con nuestras vidas, de abrir la “ventana” y respirar un poco de aire fresco en una situación que puede llegar a ser asfixiante. Podemos seguir compartiendo con otros como nos sentimos, lo que conocemos, lo que
aprendemos y lo que queremos dejar de saber. Estamos descubriendo otro ocio, un nuevo modo de relacionarnos y de mostrarnos ante los demás, sin filtros, ahora sí.
Pero la Ciudad Digital también tiene límites… la falta de contacto físico, la piel, los olores, los matices de un gesto y el calor de un cuerpo. Puede que hoy sea el primer día de estar en el mundo de un modo distinto. Me enfrento a ello expectante y con una ligera tristeza, pero camino hacia adelante con la emoción de descubrir las nuevas calles que entre todos estamos construyendo y me dispongo para la sorpresa. Es un momento paralizante que paradójicamente nos ofrece la posibilidad de lo espontáneo, de poner en marcha la creatividad y de fluir. Hoy el presente es más presente que nunca y yo me enfrento a él con optimismo. Hoy es el primer día de algo nuevo. Así quiero verlo. Así lo veo. Sólo espero que no se nos olvide de nuevo, pensar.
Natalia Cisterna
Estrategia e innovación en Soulsight
soulsight.es