El ciudadano transita a lo largo del día por un sinnúmero de espacios, por infinidad de pequeños universos, todos diferentes entre sí, por lo cuál se le exige una capacidad de adaptación inmensa y continua. Esto sucede debido al aumento de la movilidad y a la cantidad de información a la que es expuesto. Es tanto a lo que se enfrenta, son tantos los encuentros, los impactos a los que es sometido, que le ha sido necesario desarrollar otro tipo de relación que le permita “sobrevivir” en el contexto urbano. Este tipo de relación tan propia de la ciudad, que con el paso del tiempo ha favorecido que a los ciudadanos nos tilden de individualistas, no ha sido otra cosa que el modo de protegernos ante la vastedad de lo que nos rodea.