Las grandes ciudades se pueden llegar a asemejar a un agujero negro, una región finita de espacio en cuyo interior existe una concentración de masa en forma de actividad económica lo suficientemente elevada y densa como para generar un campo gravitatorio tal que nada ni nadie puede escapar de ella. Un espacio cuyo límite hasta la fecha lo pone su propia voracidad. Sin embargo, los agujeros negros extremadamente masivos pueden crear inestabilidades y éstas pueden conseguir que el gas y el polvo que los forman colapsen formando estrellas, que tienen la posibilidad de evadir la atracción del agujero negro.
El colapso es pues la respuesta más probable para que como si en un agujero negro se tratase, sus ciudadanos se conviertan en estrellas, se evadan al menos parcialmente de la voracidad de la ciudad y así conseguir relucir por lo que son y no por lo que la ciudad necesita que sean para seguir “creciendo”.
Íñigo de Luis
Strategy&Innovation
Arena Media