Escrito por Natalia Cisterna
Este escrito es un intento de aproximación al miedo, concretamente al miedo a la ciudad. Hasta hoy la única referencia de este que yo tenía, no era más que la que me proporcionaba la experiencia personal acumulada a lo largo de los más de veinte años viviendo en una ciudad como Madrid. Analizando la información obtenida del análisis de mi miedo a la ciudad, puedo decir que he experimentado más miedo imaginario, que real.
Mi percepción de Madrid, solo teniendo en cuenta mi experiencia física sobre los espacios que he podido transitar, es que esta es una ciudad segura. No obstante, debo confesar también, que no he estado en muchos de sus barrios porque los considero peligrosos o poco agradables y esa consideración no parte de una experiencia física, sino de una percepción construida a partir de conversaciones, telediarios, artículos en periódicos… Hay una parte de la ciudad que realmente me estoy perdiendo a causa del imaginario del miedo. Un miedo que es ficción.
¿Cuál es el miedo que percibes? ¿De dónde nace? ¿Quién o qué lo fomenta? ¿Cómo se relaciona en cómo experimentas la ciudad? ¿Es proporcional la percepción del miedo de los ciudadanos a la cantidad de violencia de una ciudad? ¿En qué se fundamenta el miedo?¿Qué cosas cambian, se transforman a causa del miedo?¿Cómo nos relacionamos con los demás si tenemos miedo? ¿Son mis miedos los mismos que los que viven en esos barrios a los que yo no voy? Esos lugares calificados de peligrosos, ¿Qué tienen en común? ¿Cómo afecta el proceso de globalización a un sentimiento como el miedo? ¿Y el sistema económico? ¿Cómo influye el miedo en el diseño de la ciudad?
La ciudad codificada
Empecé mi exploración sobre el miedo, buscando estadísticas. ¿Cuáles son las ciudades más inseguras de España? Las dos primeras entradas de Google eran de dos medios de comunicación, uno generalista y un periódico digital especializado en el sector turístico, las dos siguientes, dos reconocidas empresas de seguridad. Todas ellas se hacían eco de la estadística publicada sobre la tasa de criminalidad por parte del Ministerio del Interior en el año 2018 que como todas las anteriores y posteriores, se basa en los datos proporcionados por las fuerzas de seguridad del estado. La tasa media de delito en España es de 45, 61 delitos por cada 100.000 habitantes esto la sitúa, en 2018, como el tercer país más seguro de Europa. Esta estadística, como cualquier otra ligada a un territorio, es una codificación que por supuesto, condiciona nuestro comportamiento, así como el de las instituciones y empresas, para con este lugar.
Pero una estadística no deja de ser un código, un cúmulo de información que genera una percepción, una imagen mental que se instaura de manera colectiva hacia un espacio concreto, que en muchos de los casos, ni siquiera conocemos, pero que influye y mucho, sobre nuestra toma de decisiones.
Michel Focault la define así: «La estadística es un mecanismo que permite el ejercicio de poder represivo o disuasivo a través del saber criminológico». Podríamos decir, según las palabras de Focault, que la estadística puede convertirse en una táctica de dominación y que las cifras de la violencia pueden llegar a traducirse en una herramienta para la represión y para llevar a cabo prácticas que atentan sobre los derechos humanos.
Los seres humanos necesitamos categorizar lo que nos rodea para poder comprender mejor el mundo en el que vivimos. Alrededor de las estadísticas la sociedad se organiza, política y culturalmente desde hace siglos. «Podemos mencionar los estudios realizados por el Rey Yao en China (2238 AC), por el Faraón Ramses II (1400 AC) y el Emperador Romano Augusto. Grecia también tuvo importantes observaciones estadísticas en lo que refiere a distribución de terreno, servicio militar, etc. Cabe citar que los griegos, Sócrates, Herodoto y Aristóteles, fueron quienes a través de sus escritos incentivaron la aplicación de las estadísticas por su importancia para el Estado». (https://www.monografias.com/trabajos56/estadistica-sector-seguridad/estadistica-sector-seguridad.shtml)
En un mundo como el de hoy, que se lee en datos, en códigos, no está de más cuestionar entonces cuál es la procedencia de estos, quién los interpreta, quién los utiliza y para qué los utiliza.
En el año 2011 la policía de los Ángeles comenzó, gracias a la IA, a predecir dónde se iban a cometer delitos antes de que estos se produjeran. La consecuencia de esto implicaba concentrar en esas zonas una mayor vigilancia policial. Tras tres años dejándose “aconsejar” por las predicciones de los algoritmos, el índice de criminalidad bajó considerablemente, una reducción del 33% en los robos, del 21% en crímenes violentos y 12% en delitos relacionados con la propiedad. A priori el resultado es innegablemente positivo, es cierto, pero me queda la duda de si otra consecuencia de esta herramienta es la estigmatización de ciertas zonas de la ciudad y de las personas que habitan en ellas, sometidas a una presión y vigilancia constante, que es probable que les afecte físicamente, económicamente y emocionalmente. ¿Es lícito usar este método sobre un territorio para someterlo a una vigilancia constante y extrema? ¿Son todos los que habitan en ese lugar unos delincuentes? ¿Cómo afecta esto a la relación de las personas de este barrio con las del resto de la ciudad y viceversa?
Las islas de sentido
Leyendo una ponencia de la investigadora y profesora Rossana Regullo descubrí el concepto de las “islas de sentido”. Fue un texto esclarecedor que me ayudó a comprender mejor de dónde surgen nuestros miedos, hacia dónde los dirigimos y cómo buscamos aliviarlos y a la vez, de cómo el miedo es capaz de unir o de separar a las personas.
Podríamos decir que cada isla de sentido se forma alrededor de las creencias, que a la vez modulan como vemos el mundo y cómo lo experimentamos.
En su ponencia, Regullo hacía referencia a tres de estas islas: Los conservacionistas, los activistas y los naturalistas.
En el caso de los conservacionistas, la inseguridad es fruto de la pérdida de valores para ellos importantes como la familia, se sienten amenazados por la anarquía, la laicidad y lo desconocido. Identifican el bien en la conservación, en los valores religiosos, en el control sobre los más jóvenes y el mal lo achacan a los desviados, a los extranjeros, a los poderes laicos y a los medios de comunicación.
Los activistas se sienten inseguros ante la pobreza, la exclusión y la vulnerabilidad y el arma que les proporciona la seguridad es la información. Para ellos el bien es la inclusión, el bienestar y la justicia y el mal la opresión y la intolerancia.
Son los naturalistas aquellos a los que el autoconocimiento y el orden interno les proporciona seguridad, huyen del deterioro urbano, del caos y proclaman siempre una vida mejor alejados de la urbe y en absoluta armonía con la naturaleza. Para ellos el bien se instala justo ahí, en lo natural, en la libertad y el equilibro y sienten el mal cuando esta armonía se rompe.
Entiendo que en ciudades enormes, en ciudades globales como las actuales las islas de sentido se multiplican infinitamente. Es difícil establecer una convivencia armoniosa en la ciudad cuando cada uno de los temores que de sus calles emergen, se dirigen hacia lugares tan opuestos. Esto me hace pensar en lo vivido en este año 2020. Hubo un momento, apenas unas semanas, en las que todos compartimos el mismo miedo y fue justo entonces cuando tuve la esperanza de que el mundo podía cambiar. El miedo, un miedo común, unió las islas en un solo territorio y surgió nuestra mejor versión como seres humanos. Lo llamaron solidaridad, pero no lo era, era miedo.
Las fuentes del miedo
El miedo en la ciudad normalmente toma forma de lugares y cuerpos. Pobres, prostitutas, homosexuales, drogadictos, borrachos, inmigrantes… Todos ellos son las fuentes del miedo en la ciudad, junto con los lugares donde viven o transitan. Ubicar el miedo en un lugar concreto nos permite diferenciar lo bueno de lo malo y lo seguro de lo inseguro. Establecer estos márgenes, estas fronteras imaginarias, nos ayuda a poder practicar la ciudad a diario sin tanto miedo.
Debord definía el urbanismo como aquello que nos permite mantener aislados y juntos a los habitantes de la ciudad. Cuando falla el urbanismo o simplemente no está, el estar juntos se presenta como algo complicado. El abandono urbanístico sobre un territorio dentro de la ciudad es uno de los disparadores de los imaginarios del miedo. Normalmente, este abandono se produce en barrios donde hay un índice elevado de pobreza, una mezcla cultural y étnica importante y/o donde se practican actividades ilegales como la prostitución y la drogadicción por parte de aquellos que “deciden” saltarse los márgenes de la “normalidad” aceptada por el resto de los habitantes de la ciudad.
Llama la atención observar que muchos de estos barrios se sitúan en los centros de las ciudades, como es el caso de El Raval en Barcelona. Son lugares que se degradan poco a poco a la vista de todos y donde ante el pasmo de muchos, las instituciones apenas intervienen. Esto se traduce en una menor vigilancia por parte de las fuerzas de seguridad del estado, así como escasas mejoras en las infraestructuras como edificios, parques, etc.
No es de desdeñar la labor estigmatizadora de los medios de comunicación sobre estos territorios desfavorecidos. Los medios sirven como amplificadores de la violencia y en algunos casos consiguen que la percepción del miedo sobre un territorio sea tres veces mayor que los casos de violencia que en él suceden. El lenguaje y las opiniones son sus mejores armas y la estadística su mejor fuente. A todos nos resuenan palabras como “barrio peligroso”, “parque inhóspito» o “zona roja” y todos hemos visto programas de televisión o escuchado programas de radio, donde suele haber una sección de sucesos comentada por “expertos” dando sus expertas opiniones desde la distancia, juzgando el delito, al delincuente y a veces a todo un barrio. Espectacularizando la violencia en pro de subir el ratio de audiencia o de vender más periódicos. Todo esto nos lleva a crear mapas subjetivos del entorno urbano, a imaginar muchos de los lugares que no conocemos y a tenerles miedo. Cómo imaginamos la ciudad, influye en cómo la transitamos y en cómo la vivimos.
A medida que crece la percepción de inseguridad, mayores son las demandas de políticas de seguridad ciudadana. Es entonces cuando el barrio degradado se somete a dos tipos de prácticas institucionales: la instalación de sistemas de vigilancia extremos y/o una estrategia de renovación urbana que normalmente también se apoya en estadísticas sobre violencia. La renovación o regeneración urbana, es un actividad que suele arrasar con la identidad de los barrios, eliminando cualquier resto del pasado imponiendo lo Nuevo sobre lo Viejo. Un modelo de ciudad homogeneizador y moralmente tolerado por parte de los que viven en otras zonas que nada tienen que ver con la que se pretende regenerar.
El ser humano superfluo
«La diferencia entre el hombre y el animal consiste en la compasión y la ayuda que nos brindamos unos a otros»
—Zygmunt Bauman
Las ciudades antiguas se fortificaban para separar a los amigos de los enemigos. Las murallas eran un sistema de protección y la ciudad era un territorio al que se iba en busca de seguridad. Hoy, en los entornos urbanos nos vemos “obligados” a convivir también con nuestros enemigos. Los inmigrantes suelen ser señalados por muchos como enemigos.
Hoy las migraciones son muchas y cada vez serán mayores. Cada vez son más las personas que se desplazan a países que no conocen en busca de una vida mejor, pero hoy esa nueva vida, se presenta como una utopía, puesto que poco pueden ofrecer a un sistema económico que se ha extendido casi por todo el planeta. No hay huída a un mundo mejor, ya no. Ya no existe un lugar en el que no sean tratados como seres humanos superfluos.
Son personas no rentables, que no producen beneficios, más bien al contrario, consumen subsidios. Gastan, no ingresan. Llegan a lugares a los que no han sido invitados. Son una amenaza para un sistema que te desecha si no eres productivo.
La ciudad del progreso no admite pobres, ni desclasados, no admite inmigrantes, ni indigentes, no admite la pobreza. La pobreza es un residuo de tiempos pasados, que por un momento se pensó como algo a lo que se podía vencer. No obstante esta regresa, la pobreza vieja se junta con la nueva y toda ella es el recuerdo constante de los fallos de un sistema que se prometía sin fisuras.
La globalización económica trae consigo migraciones, crisis, exclusiones… Las ciudades se han convertido en depósitos de problemas globales, en espacios llenos de incertidumbre y donde hay una emergencia clara de los imaginarios del miedo entorno a la inseguridad ciudadana. Esto por supuesto, afecta a la calidad de las relaciones humanas que se establecen en los entornos urbanos.
Calvino en sus Ciudades Invisibles define la sociabilidad a través de “la metáfora del puente”, en la que presenta al puente como un todo estructural y a cada una de las partes que lo conforman como lo individual y lo subjetivo. La inseguridad y el miedo son parte de esta sociabilidad ¿Cuánto tiempo seguirá el puente en pie?